La restauración de una antigua escultura en el camellón de Taganga ha desatado una ola de críticas por parte de mujeres del corregimiento, quienes aseguran que la figura distorsiona su identidad cultural y fue instalada sin consultarles.
Una escultura femenina que las autoridades trasladaron desde la bahía de Santa Marta hasta Taganga, como parte de un plan de recuperación de espacios turísticos, se convirtió en el centro de una fuerte polémica cultural. La figura, pintada recientemente con nuevos colores y relocalizada en la rotonda central del camellón, ha generado rechazo entre varios sectores de la comunidad, especialmente entre mujeres, que la consideran una burla a su herencia ancestral.
Líderes locales han manifestado su inconformidad con la imagen, señalando que no refleja el verdadero rostro de las mujeres indígenas descendientes de los Tayrona. “Nos duele ver cómo nos retratan sin haber preguntado cómo nos vemos a nosotras mismas. Esa figura no representa ni nuestra historia ni nuestros rasgos”, este y otros comentarios, difundidos en redes sociales, donde mujeres del corregimiento han expresado su inconformidad con la reciente restauración y exige una pronta intervención artística que realmente las dignifique.
Según versiones recogidas en el corregimiento, el proceso de restauración y reubicación de la escultura se realizó sin una consulta previa con la comunidad. “Este tipo de decisiones no pueden tomarse a espaldas del pueblo, mucho menos cuando se trata de símbolos culturales tan delicados”, afirmó otra habitante del sector, que pidió participación activa en futuras intervenciones artísticas.
Las autoridades retiraron la figura de la bahía samaria hace algunos años debido a trabajos de infraestructura, la almacenaron y posteriormente la trasladaron, junto a otras piezas, a diferentes zonas del Distrito. En Taganga, la comunidad la recibió sin mayores anuncios, pero su reciente restauración reavivó los cuestionamientos sobre cómo se gestiona el arte público en territorios con una fuerte identidad étnica.
Aunque algunas personas han valorado el esfuerzo de embellecer el lugar, otras insisten en que el resultado no solo es ofensivo, sino que perpetúa estereotipos. “La escultura no honra nuestras raíces, las simplifica y las convierte en una caricatura turística”, señaló otra residente consultada.
La controversia ha dejado ver una fractura entre la intención estética del proyecto y la necesidad de representaciones culturales que nazcan del diálogo con las comunidades. La ausencia de artistas locales o de voces indígenas en el rediseño de la figura ha sido uno de los puntos más cuestionados.
En medio del debate, algunos vecinos han propuesto reabrir el proceso para crear una nueva escultura que realmente represente la cosmovisión indígena de Taganga. Este episodio ha servido como recordatorio de que el arte en espacios públicos no solo debe embellecer, sino también construir memoria y respeto colectivo.