Tras finalizar las celebración por sus 500 años, Santa Marta fue golpeada por una tormenta sin precedentes que dejó a más de 60 barrios bajo el agua y los escombros. Mientras miles de familias intentan recuperarse entre el barro y la incertidumbre, el presidente Petro exige presencia estatal total en el territorio.
Santa Marta vivió este domingo una de las jornadas más devastadoras de los últimos años. En tan solo cuatro horas cayeron 155 milímetros de agua, desbordando quebradas, saturando el sistema de drenaje y paralizando por completo a la capital del Magdalena. La ciudad no estaba preparada.
Barrios como María Cristina, Bastidas, Pescaíto, Curinca y Taganga quedaron sumergidos. El agua arrasó con casas, calles, enseres y vehículos, dejando a miles de personas sin refugio. Las imágenes que circulan en redes sociales mostraron la magnitud del desastre: techos desplomados, familias atrapadas y calles convertidas en ríos.
Incluso lugares que suelen resistir los embates del clima colapsaron. En el centro comercial Buenavista, el cielo raso cayó en varias zonas y hubo filtraciones que obligaron al cierre de locales. Clínicas, colegios y oficinas también resultaron gravemente afectados.
Voces entre el barro y la desesperación
Para los habitantes del barrio San Fernando, la tragedia no fue sorpresa. Ya el 1 de noviembre de 2024 una avalancha provocada por lluvias intensas destruyó viviendas y dejó daños severos. En esa ocasión, la Alcaldía prometió soluciones definitivas. Pero tras un censo preliminar, nunca se volvió a hablar del tema.
Este 4 de agosto, la historia se repitió, pero a mayor escala. Según los organismos de emergencia, más de 60 barrios resultaron afectados, lo que convirtió la situación en una crisis de ciudad. En San Fernando, el agua volvió a arrastrar todo a su paso, dejando una vez más a las familias sin hogar ni respuestas.
Varios residentes denunciaron la poca priorización institucional. “Nos prometieron obras de mitigación, canales nuevos y alertas tempranas. Pero no hubo nada. Hoy estamos pagando por esa negligencia”, dijo una vecina mientras intentaba rescatar algunas de sus pertenencias entre el lodo.
En el barrio María Cristina, la familia Guette Marriaga fue una de las tantas que lo perdió todo. El agua entró sin dar tiempo a reaccionar, destruyendo muebles, electrodomésticos y dejando su vivienda inhabitable.
Entre escombros y barro, intentaban recuperar lo poco que no fue arrastrado por la corriente. Como ellos, cientos de familias en Santa Marta enfrentan ahora la dura tarea de empezar de nuevo desde cero.

En Taganga, la tensión llegó al límite. Vecinos, desesperados ante la falta de ayuda, atacaron con piedras a los bomberos que llegaron tarde. “Sentimos que nos dejaron solos”, gritó un joven mientras intentaba rescatar su motocicleta hundida en el barro.
El pronunciamiento presidencial
Tras conocerse la magnitud de los daños, el presidente Gustavo Petro se pronunció a través de su cuenta en X (antes Twitter): “Santa Marta vive las consecuencias hoy de la crisis climática”, escribió. Aseguró que el Gobierno debe estar presente “y dar la mano al pueblo de la resistencia”.
Petro recordó su reciente visita a la ciudad durante las conmemoraciones de los 500 años, donde criticó el enfoque simbólico de los actos oficiales. “Me llevaban a una misa donde me entregarían la cruz de Bastidas. Y yo no reconozco más cruz que la de Jesús, que nunca sería un conquistador”, afirmó.
El mandatario ordenó a todo su gabinete trasladarse a Santa Marta para atender la emergencia, evaluar daños y coordinar la entrega de ayudas humanitarias. Además, vinculó la tragedia con la industria extractiva que según él “envenena la atmósfera” desde la misma región que hoy sufre las consecuencias.
Una ciudad entre el olvido y la resistencia
Hace apenas una semana, Santa Marta celebraba con orgullo sus cinco siglos de historia. Hoy, ese ambiente festivo se transformó en desolación. Las banderas que decoraban balcones y parques han sido reemplazadas por colchones mojados y muebles flotando en medio del lodo.
El contraste ha sido abrupto y doloroso. Mientras se exaltaba el legado cultural de la ciudad más antigua de Colombia, muchas zonas vulnerables estaban a punto de sucumbir bajo el peso de una crisis que se pudo prever. Hoy, los ciudadanos claman por auxilio, mientras la fiesta se ahoga en la realidad.
El alcalde Carlos Pinedo Cuello, aunque activo en redes sociales, enfrenta duras críticas por su aparente falta de acción inmediata. Desde la Alcaldía se anunció un nuevo censo de damnificados y la entrega de ayudas, priorizando adultos mayores y madres cabeza de hogar. Pero en los barrios, la gente sigue esperando.
La otra cara de la tragedia: causas evitables
Lo ocurrido el domingo no solo fue una catástrofe natural: también expuso fallas estructurales y culturales. Durante todo el año, los canales de aguas lluvias acumulan basura, escombros, electrodomésticos viejos y muebles, lo que bloquea el paso del agua y contribuye al colapso en temporada invernal.
Santa Marta lleva años enfrentando emergencias por lluvias, pero esta vez el golpe fue más fuerte. Y aunque la intensidad del aguacero fue inusual, gran parte de los daños pudo evitarse con una planificación urbana más rigurosa y acciones de prevención constantes.
La ciudad necesita reconstrucción urgente, sí, pero también una transformación profunda. La crisis climática es real, avanza rápido y no perdona improvisaciones.
Solo con una ciudadanía consciente y un gobierno que actúe con responsabilidad será posible evitar una tragedia de mayor magnitud que amenaza con borrar del mapa a toda la ciudad.

